Reseña de libros

SOLARIS

Solaris es la gran obra maestra de Stanislaw Lem y es una de las grandes obras de ciencia ficción del siglo XX. Tras terminar esta lectura tengo esa sensación que sólo producen las grandes obras: el vacío. La obra de Solaris ha sido adaptada cinematográficamente en dos ocasiones (una en 1972 y otra en 2002) pero ambas son una mera aproximación e interpretación de todo lo que se esconde dentro de este enigmático mundo que es Solaris.

En la obra de Stanislaw podemos apreciar su complejidad literaria, pero no tanto por la forma en la que está narrado sino en la creación del complejo mundo de Solaris, así como cada uno de los términos que utiliza para describir los elementos de dicho mundo. Por si fuera poco, Lem en su obra hace mención de otros libros y artículos ficticios para hablar sobre ensayos realizados sobre el mundo de Solaris. Por tanto, es una obra que al reparar en tantos detalles y ser tan compleja, requiere de una maduración en la mente y comprensión del lector que se acerca a leer dicho texto para lograr captar, a su vez, todas las referencias a las que apunta. Con cada nueva relectura, seguramente seremos conscientes de nuevos detalles que hayamos pasado por alto en la lectura anterior, siendo capaces de realizar así, nuevas interpretaciones de este fascinante mundo. No es de extrañar pues, que esta forma de interpretación de la novela recuerde a la estructura de la obra de Hegel sobre la construcción y comprensión del espíritu (es decir, de una forma cada vez más rica).

Como diría Gadamer, el que quiera comprender un texto, ha de estar dispuesto a dejarse decir algo por el texto. Es decir, sabiendo que es una obra compleja y quizá no para todos los gustos, debemos ir con predisposición a la comprensión de dicho texto, no imponiendo nuestros prejuicios. Debemos dejar que el texto y el mundo de Solaris nos hablen. Por tanto, en las líneas que siguen nos introduciremos en el mundo de la solarística, en la complejidad de sus conceptos y sus implicaciones filosóficas. Pero, pese a que debemos desnudar este mundo para conocer en detalle todos los conceptos y elementos que se esconden tras la comprensión de Solaris, trataremos de no desvelar demasiados spoilers.

Es posible que te hayas empezado a preguntar qué es eso de la solarística, pues bien, Jesús Palacios en la introducción de la obra trata de explicarlo con las siguientes palabras:

«… la “solarística” existe, pero no es la ciencia —casi el arte— de interpretar la actividad del planeta Solaris e intentar contactar con él, sino el arte —casi ciencia— de interpretar la novela Solaris, y satisfacer así nuestra inquietud devoradora».

La obra de Lem plantea la imposibilidad de la comunicación con cualquier ente no-humano, por inteligente que sea y nuestra tendencia inevitable a antropomorfizar todo intento de aproximación a formas de vida (imaginarias o reales) que no pertenezcan a la especie humana. Es decir, la novela de Solaris, es un intento fallido de comprensión de la otredad que se presenta como océano-viviente. Así lo manifiesta Palacios en la introducción:

«Lem señala el gran fallo de la ciencia ficción en general y de aquella que trata sobre la vida alienígena en particular, su incapacidad para concebir una forma de inteligencia que no tenga absolutamente NADA que ver con la nuestra, y, por tanto, la imposición de características humanas a sus creaciones supuestamente in-humanas, incluso cuando lo que se pretende es describir su completa otredad, su divergencia absoluta respecto al ser humano, que las identifica como los Otros, o lo Otro por excelencia».

Nuestro protagonista Kelvin y otros científicos atrapados en la estación espacial tratan de investigar Solaris, el planeta viviente, intentando acumular datos que permitan establecer comunicación con «él» (el simple hecho de establecer un pronombre, ya sea masculino, femenino o neutro, muestra ya nuestro intento de antropomorfizar aquello que no se conoce para nuestra comprensión). Por medio de estos ensayos ficticios incrustados hábilmente en la trama, Lem desarrolla el estudio de la solarística, sus distintas etapas, sus escuelas de pensamiento, testimonios de otros investigadores etc.

Hasta ahora, todo lo que hemos podido ver o leer sobre historias de extraterrestres es muy diferente a la versión que ofrece Solaris. Palacios en la introducción nos recuerda, que diez años antes de la aparición de esta novela, en Ultimátum a la tierra ya se nos presentaba un alienígena intentando contactar con nosotros. Pero esa especie de alienígena sabía bien cómo hacerlo porque, en última instancia, no era una otredad sino una humanidad disfrazada. Lo extraordinario de la obra de Lem es introducirnos en un mundo en el que para el alienígena nosotros somos la otredad y que por tanto el alienígena no sabe cómo contactarnos puesto que al igual que nosotros, la única forma de conocimiento que conoce es la suya y, desconoce a efectos prácticos qué implicación tienen sus actos para nosotros. De esta manera la comunicación que emplea el océano-viviente ejerce en nosotros unos resultados no deseados que más adelante comentaremos. Y esto recuerda bien a nuestros filósofos del lenguaje en la medida en que, aunque lográsemos hallar una forma efectiva de comunicación con la otredad, nunca sabríamos qué mensaje recibiría en su marco de referencia.

Solaris es un planeta que gira entorno a dos soles gemelos (uno azul y uno rojo). Cuarenta años después de su aparición se descubrió que era un planeta capaz de alterar su órbita, por lo que comenzó a ser objeto de estudio. Tras un estudio detallado se llegó a la conclusión de que Solaris era un ser unitario, vivo e inteligente con el que llevan décadas queriendo contactar. El lugar donde se desarrolla la novela es en una estación utilizada como plataforma/laboratorio situada a escasos metros de la superficie del planeta.

Cuando comencé a leer la descripción del planeta de Solaris como un ser unitario, autosuficiente que no depende más que de sí mismo, me vino a la cabeza por un lado la entelequia, un mundo como sustancia pensante. Tras leer un poco más, Lem describe a Solaris como una sustancia pensante que se materializa, una unión de forma y materia, una mónada en el sentido leibniziano en el que encontramos todo el universo reflejado en cada mónada, o bien, puede recordarnos al Dios-Naturaleza (de manera más acertada) descrito por Spinoza. En la obra de Lem nos encontramos con un pampsiquismo (Dios en la naturaleza), a la vez que podemos pensar que nos encontramos en el solipsismo absoluto de Solaris. Ahora veremos por qué.

Para nosotros (como especie humana) el contacto con lo otro implica una comunicación, la búsqueda de un lenguaje en común. Pero para Solaris, esta comunicación carece de sentido puesto que es unitario, aislado y autosuficiente, no necesita comunicación con ningún otro, puesto que es independiente. La comunicación pues, es una herramienta que sirve para establecer relaciones sociales. El conocimiento de lo otro implica el conocimiento de algo distinto de mí, pero los procesos de Solaris son internos, no actúa en referencia a algo externo de sí mismo. En otras palabras, Solaris es una conciencia encerrada en sí misma, es por ello por lo que nos preguntamos ¿hemos llegado a un solipsismo? Para Solaris lo otro no es más que una «conciencia afuera» de sí mismo, por tanto para contactar con ella necesita introducirla en su ser, aprehenderla.

A lo largo del texto, Lem hace referencia a la estructura interna del océano y hace referencia constante a dos formaciones que emergen del interior del planeta: los mimoides y las simetríadas. Estas últimas reciben ese nombre por su simetría. Se trata de kilométricas construcciones, cuasi arquitectónicas, que se levantan como torres desde el océano. Una teoría que explica su creación es la hipótesis de Fermont citada en la novela:

« Una simetríada es una pariente de los conos de Lobachevski y de la curvatura negativa de Riemann, aunque, eso sí, una pariente muy lejana debido a la inimaginable complejidad que entraña. Constituye un desarrollo de todo el sistema matemático, que abarca varios kilómetros cúbicos, pero se trata de un desarrollo tetradimensional dado que los importantes coeficientes de las ecuaciones son reflejados también en el tiempo, en los cambios que se producen en su transcurso.»

Como hemos dicho antes, en Solaris hay una unión entre pensamiento y materia, por tanto la consciencia viviente del planeta se materializa a través del movimiento. Esta es representada mediante las mareas del océano. Por otra parte, lo mimoides, son una serie de construcciones (o mejor dicho, topografías) que se solidificaban duante un tiempo en la superficie del océano, dando lugar a pequeñas islas, que de manera inexplicable, reproducían todos los objetos que se aproximaban a ellas, copiándolas, lo cual en una primera lectura me recordó al mito de Demiurgo de Platón, en el que el Dios Demiurgo extraía diversas copias imperfectas a partir de las Ideas perfectas de los objetos:

«La reproducción de las formas abarca todo lo que se encuentre dentro de un radio de entre doce y quince kilómetros. El mimoide realiza, por lo general, una reproducción aumentada, aunque en ocasiones la deforma, dando lugar a caricaturas o simplificaciones grotescas, sobre todo en lo que a las naves se refiere. (…) Un mimoide únicamente es incapaz de reaccionar ante los propios humanos o, para ser más exactos, ante ningún ser vivo, incluidas las plantas (…). En cambio, un maniquí, un pelele, la figurita de un perro o de un árbol, esculpidos en cualquier material, son copiados inmediatamente».

De esta manera, si recordamos lo dicho anteriormente sobre la «conciencia afuera», Solaris, al ser precisamente un ser independiente y autoconsciente, el afuera marca el límite de su ser y de su conocimiento. Por tanto, para conocer debe copiarlo y aprehenderlo dentro de sí. Nada existe si se encuentra fuera de Solaris, y esta es su forma de comunicación con las cosas, y de igual manera será su forma de comunicación con los humanos.

Precisamente, uno de los libros ficticios que menciona Lem en su obra es el Pequeño Apócrifo, un texto que recoge un pequeño accidente sucedido décadas atrás en una de las primeras expediciones al planeta Solaris. Tras la desaparición de uno de los tripulantes de esta expedición, llamado Fechner, el capitán de la nave decide enviar a Berton, otro de sus tripulantes, a ir en su búsqueda y en su regreso trae recogidas en este texto una serie de anotaciones. Gracias a ellas nuestro protagonista, Kelvin descubre las primeras observaciones sobre el primer intento de contacto por parte del océano.

Este texto resulta ser de vital importancia para comprender después cómo se posibilita el contacto humano por parte del océano. Pues bien, el piloto Berton explica que en uno de sus descensos hacia la superficie del mar, observó a un niño pequeño entre dos y tres años de edad que realizaba una serie de movimientos que resultaban inhumanos, ya que no cuadraban con el niño en cuestión, no eran armónicos, dinámicos y espontáneos sino que ocurrió de la siguiente manera:

«Los movimientos de un recién nacido son caóticos, descoordinados. Generales. Y estos, ¡eso es!, eran metódicos. Se sucedían unos tras otros en grupos y series. Como si alguien quisiera examinar qué puede hacer un niño con sus manos, su torso y su boca; la cara era lo peor, supongo que porque es lo más expresivo, y aquel rostro era como… no, no sé definirlo. Estaba vivo, sí, pero no era humano. Quiero decir, los rasgos por supuesto, sí; y los ojos, y el cutis, y todo lo demás, pero la expresión, la mímica, no lo eran».

Por tanto, leyendo estas líneas, es comprensible preguntarnos, sabiendo que Solaris necesita aprehender algo en su ser para crearlo, ¿Cómo ha aprendido la forma de moverse de los humanos? Efectivamente, el planeta Solaris necesita de la participación de los seres humanos para extraer los datos de su psique y establecer un «contacto». Ese contacto lo exterioriza en forma de un visitante, una aparición en la vida de estos pasajeros, pero no trata de realizar una comunicación con ellos sino que los crea, y los deja actuar libres para, de esta forma, aprehenderlos. Para Solaris contactar significa introducir en sí mismo a la «consciencia afuera» (como diría Hegel el «para sí»), materializar aquello que no pertenecía a su ser para que le pertenezca y por tanto, sea.

Solaris no es capaz de vernos a nosotros como individuos (recordemos que no podemos atribuirle formas antropomórficas) y de la misma manera que nosotros, al contemplar un objeto, nos quedamos con sus rasgos más distintivos, es lógico pensar que Solaris, al introducirle en nuestra psique y reconocer un proceso mental, extraiga en nosotros los elementos que más profundamente nos hayan marcado, los recuerdos más intensos, sin distinguir si éstos han sido agradables o desagradables para nosotros.

Este es uno de los elementos más importantes en la obra de Solaris, ya que realiza un estudio y comprensión humanas. A través de lo oculto, de lo profundo es como nos comprendemos a nosotros mismos. No son nuestros pensamientos, nuestros actos o nuestra personalidad, sino aquello que no expresamos, lo que se mantiene oculto en nuestra alma, eso es lo que nos representa. Estoy segura de que Freud estaría de acuerdo con ello. Por tanto, da que pensar al mismo tiempo, que dicha obra es una crítica a la exploración de otros mundos cuando aún no hemos terminado de explorar nuestro mundo propio e interior. ¿Cómo vamos a comprender un mundo nuevo si no somos capaces de descubrirnos a nosotros mismos?

«—Lo que ocurrió quizás sea horrible, pero lo más horrible es… lo que no ha ocurrido. Nunca.

—No entiendo… —dije con voz débil. Era cierto que no entendía nada. Movió la cabeza.

—Una persona normal —dijo—. ¿Qué es una persona normal? ¿Es alguien que nunca ha cometido nada espeluznante? Sí, pero ¿significa eso que nunca haya pensado hacerlo? O quizás no lo haya pensado, sino que algo en su interior lo ha pensado por él; una especie de ilusión, ocurrida hace diez o treinta años».

Llegamos pues, al momento más importante de la obra (subjetivamente hablando) que es el contacto de Kelvin en la nave, Harey, su amor de juventud, una joven de unos veinte años que se había suicidado tras una discusión con el. Desde luego, este hecho había marcado la psique de kelvin como un momento trágico e impactante. A través de este recuerdo, Solaris contacta con el, materializando la presencia de Harey. ¿Qué la distingue de la Harey original?

Al principio siente cierto rechazo, incluso terror, pues Kelvin bien sabe que ella está muerta y no debería estar ahí e incluso intenta hacer todo lo posible por librarse de ella. Pero poco a poco le va ganando el recuerdo que tiene de ella y aprovecha la situación de tenerla de nuevo para resarcir su culpa y volver a reanimar su amor por ella.

Tarkovski (director de una de las películas de Solaris) dijo en una entrevista, a propósito de Solaris: » Es posible, en efecto, que la misión de Kelvin en Solaris no tenga más que un objetivo: mostrar que el amor hacia otro es indispensable para toda forma de vida. Un hombre sin amor, deja de ser un hombre. El objetivo de toda la solarística es mostrar que la humanidad debe ser amor.»

Antes de acabar esta reseña de Solaris, quisiera rescatar una cita que me ha marcado bastante en el último capítulo del libro, acerca de Dios, pero no el dios cristiano y occidental que conocemos hasta ahora sino, la visión de un Dios imperfecto:

« Me refiero a un dios cuya imperfección no sea el resultado de la simplicidad de sus creadores humanos, sino que constituya su rasgo principal e inmanente. Ha de ser un dios con limitaciones de su omnisciencia y omnipotencia, falible a la hora de prever el futuro de sus obras y a quien el desarrollo de sus propias creaciones pueda causar pavor. Un dios minusválido cuyos deseos superen con creces sus posibilidades y que no sea consciente de ello inmediatamente. Un dios capaz de construir relojes pero no el tiempo que miden.»

Finalmente Solaris reproduce a la perfección lo que podría ser una ciencia, la ciencia solarística. Al parecer el planeta Solaris, pese a encontrarse bien lejos de la Tierra, puede adentrarse en nosotros para lograr una comprensión más profunda de nuestra psique. Pretende ponernos frente a nuestros miedos más profundos, nuestras sombras y lograr una mayor comprensión de nosotros mismos.

2 respuestas a “SOLARIS

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