Reseña de libros

Lecciones de epicureísmo & Filosofía para la felicidad

Hoy hablaremos sobre la doctrina filosófica del epicureísmo y para ello analizaremos estos dos ensayos: Lecciones de Epicureísmo de John Sellars y Filosofía para la felicidad, un compendio de pequeños ensayos que versan sobre Epicuro en el que participan autores como Carlos García Gual, Emilio Lledó y Pierre Hadot. El primero de ellos tiene la misma estructura del anterior ensayo que ya nos dio a conocer Sellars con el título de Lecciones de estoicismo. El segundo, forma parte de la gran colección de ensayos filosóficos, que publica la editorial errata naturae, «La muchacha de dos cabezas».

Tradicionalmente hemos entendido el término epicureísmo como la doctrina que nos invita a disfrutar al máximo de los placeres del cuerpo, tales como el buen comer, beber o dormir. Pero no debemos confundir el epicureísmo con el hedonismo egoísta que precisamente predica estos placeres corporales. A través de la lectura de estos dos ensayos nos daremos cuenta que el epicureísmo nos invita a evitar el dolor y llevar una vida lo más sencilla y modesta posible. El comer y el beber, así como dormir o refugiarse del frío son utilizados como remedios de los dolores del cuerpo. Así lo expresa Epicuro con estas palabras:

Siento el gozo de mi cuerpo al alimentarme de pan y agua, y escupo sobre los placeres de la suntuosidad, no por ellos mismos, sino por las trampas que nos tienden.

115, Arrighetti

El placer y el dolor, dice Epicuro, recorren nuestro cuerpo continuamente avisándonos de qué es lo que nos conviene para alcanzar la felicidad. No es de extrañar pues, que la filosofía de Epicuro se sustente en la sensación como criterio fundamental de nuestra vida.

Epicuro nació en Samos en el 341 a.C donde pasó su niñez y adolescencia. Es importante destacar que el padre de Epicuro fue maestro de escuela en Atenas ya que tiempo después Epicuro seguirá sus pasos. Una vez Epicuro llegó a la edad adulta compró una casa en Atenas y un jardín cerca de la puerta del Dípylon, en la vecindad de la famosa Academia de Platón. Epicuro se dedicó a dar clases y realizar reuniones a las que acudían sus fieles amigos, mujeres, niños y esclavos. Epicuro era reconocido por todos ellos como el «maestro» o «guía» de la comunidad. De esta manera Epicuro nos recuerda al mismísimo Sócrates que tanto nos invitaba al cuidado de nuestra alma con su viejo proverbio «conócete a ti mismo». De la misma manera para Epicuro el filosofar se convierte como la búsqueda de un remedio contra las vicisitudes de la época. Su filosofía era definida como la medicina del alma y tal cuidado médico del alma, como ya dijo Sócrates, pertenecía al oficio del filósofo. Es por ello que frente a las perturbaciones de su tiempo, el filósofo busca la imperturbabilidad del alma o también conocido como ataraxia, y también, frente a la servidumbre y el servilismo, proclamaba la capacidad de gobernarse a sí mismo.

El más grande fruto de la autosuficiencia es la libertad

Gnomologio vaticano, 77

Con esta pequeña introducción nos acabamos de adentrar en la obra Filosofía para la felicidad, en la cual partimos con una breve pero detallada explicación sobre la doctrina del epicureísmo de la mano de Emilio Lledó. Seguidamente conoceremos a la figura de Epicuro en el segundo ensayo, donde Carlos García Gual nos relata pinceladas sobre su vida en la que podemos apreciar detalles desde su niñez hasta su muerte. Y finalmente, analizaremos qué era y cómo encontraban la felicidad estos filósofos epicureístas, un ensayo muy enriquecedor del autor Pierre Hadot.

En Lecciones de estoicismo vemos la misma postura que en Filosofía para felicidad sobre la idea de la divinidad. Muchos admiradores modernos de la teoría del epicureísmo se sienten atraídos por esta corriente porque la consideran una filosofía atea. Pero Epicuro no negaba la existencia de los dioses. Lo que sí negaba era la participación de Dios en la creación y gestión cotidiana del universo. La morada de los dioses para Epicuro, se encontraba más allá de los límites de nuestro mundo. Pierre Hadot, por su parte, nos hace una introducción de la filosofía platónica, aristotélica y de la neoplatónica de Plotino para hablarnos de la idea de la divinidad de Epicuro a la hora de encontrar semejanzas y diferencias entre ellos.

Recordemos que en el Timeo de Platón el Dios creador es bueno, generoso y desea que las cualidades de todas las cosas se desprendan de la Idea de bondad y belleza para que tengan el mayor parecido posible a él. Por otra parte, al pensarse a sí mismo es como el Dios de Aristóteles encuentra su felicidad y alegría. Plotino, a su vez, la felicidad humana se basaba en la presencia divina residente en el alma y en el impulso del alma por el Bien. Por tanto, al igual que el Dios-Mundo del Timeo y al igual que el intelecto de Aristóteles, los dioses de Epicuro son seres de una belleza perfecta que viven inmersos en la paz y la serenidad, cuya beatitud consiste en procurar la ausencia total de preocupaciones. Según Epicuro, los dioses no han creado el mundo y no influyen en absoluto en su evolución ni en los asuntos humanos, puesto que el mundo es el resultado de un cúmulo fortuito de átomos.

Tras esto, vayamos a la cuestión principal ¿Cómo encuentran la felicidad los epicúreos? Muchas veces nos cuesta diferenciar a los estoicos de los epicúreos si tenemos en cuenta que ambos tratan de evitar el dolor. Pero un detalle revelador que nos puede marcar la diferencia radica en el hecho de que para los estoicos no existe otro bien que el bien moral, es decir, su voluntad eficaz y completa de hacer el bien. Para Epicuro, en cambio, la felicidad no reside en el bien moral, en el ejercicio del pensamiento ni en la acción, sino en el placer. El sufrimiento de los hombres procede del hecho de que éstos temen, en muchas ocasiones, cosas que no son dignas de temerse y que desean cosas no necesariamente deseables. Esto nos lleva directamente al análisis de Epicuro sobre los distintos placeres y para ello debemos trasladarnos a la obra de John Sellars, Lecciones de epicureísmo.

Epicuro aborda la cuestión sobre qué necesitamos para alcanzar la felicidad planteándose la cuestión ¿Qué es lo esencial para nuestra supervivencia física? Bastaría con comer, beber y tener un cobijo que nos proteja de los elementos externos, además del descanso reparador del sueño. Estas son las exigencias de nuestra naturaleza, diría. Epicuro llamó al deseo de este tipo de cosas «natural y necesario». En el caso de que queramos ir más allá buscando no un simple cobijo sino una casa más grande y acomodada, una comida más interesante o una copa de vino, Epicuro diría que son naturalmente deseables pero las denominó «naturales y no necesarias». El resto de cosas que el ser humano pueda desear y cree necesaria para una vida feliz solo nos traerá problemas. Así cosas como las últimas novedades tecnológicas, joyas, dinero en abundancia etc., Epicuro las llamó «no naturales y no necesarias». Según Epicuro, y muchos seguidores modernos tratan de vivir acorde a esta teoría, lo que necesitamos es realmente poco y fácil de conseguir. Por tanto según Epicuro, sería una tontería disgustarnos y malgastar energías disgustándonos en conseguir cosas que en realidad no necesitamos. El modo de evitar caer en este tipo de placeres innecesario es, según Epicuro, mostrar gratitud ante los placeres que se nos den de vez en cuando, de tal forma que no esperemos que se van a repetir asiduamente, de esta manera los valoraremos más, mientras que tratamos de llevar al mismo tiempo una vida de lo más austera y asceta. Escribe Epicuro:

Quien es consciente de los límites de la vida sabe cuán fácil de obtener es aquello que clama el dolor por una carencia y lo que hace lograda la vida entera. De modo que para nada necesitas cosas que traen consigo luchas competitivas.

Lecciones de epicureísmo

Según Epicuro, nos cuenta Sellars en el segundo capítulo, «existen cuatro tipos de placer diferentes: los placeres físicos activos, como comer; los placeres físicos estáticos, como el no tener hambre; los placeres mentales activos, como disfrutar de la conversación con buenos amigos; y el placer mental estático de no sentirse turbado por nada». Todos ellos son buenos para Epicuro pero el que más destaca es el último, el placer mental estático, el cual representaba con el nombre de ataraxia, que suele traducirse por serenidad o imperturbabilidad del alma.

La amistad, recientemente mencionada como uno de los placeres mentales activos, era uno de los mayores placeres considerados por Epicuro. Según este, una de las características que mejor definen a un verdadero amigo es la confianza en que se pueda contar con él en caso de necesidad. En la mayoría de las ocasiones el placer de la amistad no viene directamente de contar nuestros problemas a ese amigo, sino en la confianza de poder hacerlo si lo necesitamos. Ahora bien, Sellars nos dice que la amistad para Epicuro debe ser bilateral, un acuerdo de ayuda mutua, de tal modo que si el apoyo es unidireccional, la amistad puede volverse desigual y romperse.

Uno de los temas que más nos quita el sueño y más no incomoda es la muerte, tener conciencia de que somos seres finitos y que algún día moriremos. Quizá esto es lo que da sentido a nuestros proyectos, saber que debemos exprimir los minutos que corren en nuestra limitada existencia. Son muchos los filósofos que han teorizado sobre este tema tratando de restar importancia, pues como dijo Epicuro, «la muerte nada es para nosotros». La muerte como definición es la ausencia de sensaciones, por tanto alguien que está muerto no experimenta nada. Si fuera tan sencillo seguramente no andaríamos todos tan angustiados sobre este tema, pero como también supo ver Epicuro, lo que nos atormenta es el dolor intenso y prolongado previo a la muerte, además de la dificultad para asimilar la idea de nuestra inexistencia. Según Epicuro el nivel de turbación sobre este tema tiene que ver con el grado de satisfacción que hemos alcanzado en nuestra vida, de tal modo que lo importante no es la cantidad de años que hayamos vivido, sino la calidad de nuestro goce en ella. Podemos entender de esta manera lo que escribió Filodemo: «aprovechar el día como si fuera la eternidad» o lo que es lo mismo, expresado por Horacio, «aprovechar el día» (Carpe diem).

Nacemos una sola vez y dos no nos es dado nacer, y es preciso que la eternidad no nos acompañe ya. Pero tú, que no eres dueño del día de mañana, retrasas tu felicidad y, mientras tanto, la vida se va perdiendo lentamente por ese retraso, y todos y cada uno de nosotros, aunque por nuestras ocupaciones no tengamos tiempo para ello, morimos.

Lecciones de epicureísmo

Y con estas contundentes palabras de Epicuro finalizamos el análisis de estas magníficas obras. Si me preguntaran particularmente cuál de las dos me ha gustado más le diría que ha sido necesaria una lectura de ambas obras para formarme una opinión acerca de esta corriente. Lecciones de epicureísmo es, quizá, una lectura más amena, más directa y entendible a todo lector; tanto al formado en filosofía como al lector curioso, gracias a la diversidad de los temas que toca. En cambio Filosofía para la felicidad, podríamos decir que nos ofrece un cuadro más filosófico y personal sobre la corriente epicureísta, la figura de Epicuro y la manera en la que éste particularmente logra alcanzar la felicidad. Además, este compendio no termina aquí, sino que incluye la famosa Carta a Meneceo y unos cuantos fragmentos, máximas capitales y exhortaciones. Con todo, me gustaría finalizar con esta exhortación que nos deja Epicuro y que resume todo el contenido de lo ya expuesto anteriormente:

No debemos menoscabar lo que ahora tenemos con el deseo de lo que nos falta sino que es preciso tener en cuenta que también lo que ahora tenemos formaba parte de lo que deseábamos.

epicuro

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